Antoni Esteve, presidente del Grupo Lavinia, reflexiona sobre la revolución que supondrán los asistentes por voz.
Las formas de comunicación relacionadas con el texto y el papel, como periódicos, revistas y libros, no han conseguido a lo largo de su historia una penetración que fuera más allá de un tercio de la población. Sin embargo, la radio, casi desde el principio, llegó a todas las casas, a todos los coches y a todos los centros de trabajo, y mantiene en la actualidad un 99% de oyentes potenciales.
La primera era de Internet también fue muda. Los usuarios provenían de este tercio de la población lectora y de los más jóvenes que ya no pasaban por el papel. Cada vez la red se ha ido convirtiendo en más audiovisual, pero ahora está a punto de producirse un cambio de gran relevancia: Ha venido, para quedarse, el Internet de la voz.
Hace un año empezó a comercializarse en Estados Unidos Amazon Echo y hace tres meses llegó Google Home. En este tiempo se han vendido cinco millones de unidades de estos asistentes de voz. No son más que un altavoz y un micrófono conectados a la red. Se espera que en 2017 empiecen a distribuirse en todo el mundo y que cada vez sean accesibles en más lenguas.
Son hijos de los Alexa, Siri y Cortana que han funcionado en móviles y ordenadores pero apuntan a mucho más. Tienen, sin duda, respuestas tipo Wikipedia, pero utilizan a fondo la inteligencia artificial para acceder a miles de aplicaciones que ofrecen información, música, juegos, cursos de idiomas, recetas de cocina o lectura de libros. Permiten conectar con la agenda o el correo electrónico, confeccionar la lista de la compra y pagar con la voz como contraseña. Y no sólo podemos dar órdenes al televisor para seleccionar que queremos ver sino que podemos gestionar todos los dispositivos que formen parte de la domótica del domicilio.
Ha llegado un Internet más popular que puede permitir un acceso a la mayoría de la población.
Ha llegado el transistor de Internet.
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