La evolución del papel de la mujer a través de la historia de las series de televisión.
Cuando ahora encendemos la televisión o entramos en nuestras plataformas digitales para ver nuestras series favoritas, tenemos una oferta impresionante de serie protagonizadas por mujeres. Series de éxito. Mujeres fuertes, decididas, que toman las riendas de su vida, que se enfrentan a problemas y los superan. Doctoras, abogadas, presidentas y primeras ministras, policías, espías, viajeras en el tiempo, superheroínas,… Mujeres, además, que son las protagonistas principales de sus propias historias. Pero hace unos años esto no era así.
Las plataformas digitales, ávidas de contenidos, han abierto una puerta que las televisiones generalistas parece que nunca se atrevieron a abrir. Muchas mujeres han presentado sus propios proyectos: guionistas, productoras, directoras, actrices,…Gente como Nicole Kidman y Reese Witherspoon que con sus propias productoras compraron los derechos de Big Little Lies, un libro escrito por una mujer, para adaptarlo e interpretarlo brillantemente. Creadoras como Phoebe Waller-Bridge y su divertida y descarada Fleabag, Jenji Kohan en Orange is the New Black, Melissa Rosenberg en Jessica Jones; o escritoras como Margaret Atwood y su impresionante, dolorosa y necesaria distopía en El cuento de la criada. Mujeres delante y detrás de las cámaras. Son solo unos ejemplos de que las cosas han cambiado.
En los años cincuenta, cuando la televisión empezó a emitir sus primeras series, las policíacas y las series de médicos dominaban el medio, pero siempre protagonizadas por hombres. Las mujeres eran meras secundarias. Su papel era el de las esposas, las novias, las hijas, las amantes o las víctimas de los personajes masculinos, pero nunca las protagonistas. Las cosas han cambiado, evidentemente, pero ha sido un proceso lento y duro. Las primeras protagonistas televisivas fueron las mujeres de la comedia. Lucille Ball en Te quiero, Lucy y Donna Reed en El show de Donna Reed eran también las dueñas de las productoras que crearon las dos exitosas series. Pero ambas representaban el papel de la amante esposa y madre de familia que en los años cincuenta la sociedad exigía a la mujer. Un rol del que resultó difícil salir y cuando se hizo, no fue precisamente para bien. En plenas luchas feministas, las primeras mujeres policías protagonistas y con un gran éxito, eran puras fantasías sexuales para los hombres. Los ángeles de Charlie y La mujer policía de Angie Dickinson son un buen ejemplo de ello.
En los ochenta tuvimos un rara avis. Las mujeres mayores dominaron la televisión. Series como Se ha escrito un crimen, Miss Marple o Las chicas de oro triunfaban. Pero casi todas eran mujeres viudas o divorciadas. La excepción era Miss Marple, que era considerada una solterona con todo lo que eso conlleva. ¿Para ser libre tenían que pasar por la vicaría? Una mujer casada y viuda ya había cumplido con el rol que la sociedad le exigía. Lucille Ball, después de divorciarse de su marido real y televisivo (la engañaba, tenía problemas con el alcohol y encima no soportaba que tuviera más éxito que él), siempre fue viuda en todas sus series. Era libre, ya había cumplido con lo que se esperaba de ella.
La primera doctora apareció en los años noventa con La doctora Quinn protagonizada por Jane Seymour. Cuarenta años después de nacer la televisión, por fin una doctora protagonista. Enfermeras sí que había habido muchas, como la revolucionaria Julia en los 60, la primera gran protagonista de color. Pero doctoras protagonistas de su propia serie ninguna. ¡Y esta vivía en 1867 en un pueblo perdido en las montañas de Colorado! Aunque La doctora Quinn fue escrita por una mujer, la mayoría de estas series fueron escritas y dirigidas por hombres. Así que durante años hemos tenido la visión que los hombres tenían de lo que es ser mujer.
Ahora las cosas están cambiando y las mujeres pueden contar sus historias en primera persona. Y ojo, que no son historias de mujeres para mujeres. Olvidémonos de eso de que lo que hacen los hombres es universal, pero lo que hacen las mujeres es femenino. Es mentira, como muchos otros tópicos que nos han querido vender durante décadas. El éxito de series protagonizadas por mujeres como El cuento de la criada, Borgen, The Good Wife, Killing Eve, Homeland, Grace y Frankie o Big Little Lies o aquí Vida perfecta, rodada en Barcelona, son un buen ejemplo de historias que atraen a todos los públicos.
Las mujeres ya no son simplemente vírgenes o putas, ni buenas ni malas. Son personas reales, personajes con una profundidad que antes no encontrábamos. Aún queda mucho por luchar, hace falta mucha más representación por ejemplo de colectivos que siguen invisibilizados como las mujeres mayores, exceptuando el caso de Grace y Frankie, con dos actrices de más de 70 años como protagonistas, cuando llega una cierta edad, las mujeres desaparecen de la televisión. Las mujeres discapacitadas brillan también por su ausencia. El colectivo LGTBI empieza a aparecer mucho más, series como Euphoria es un buen ejemplo. Se tratan temas tabúes como la violación en series tan excelentes como Creedme, basada en hechos reales: la historia de una joven que fue violada y a la que nadie creyó. Aún se perpetúan estereotipos, aún hay muchas protagonistas o secundarias que existen para que el hombre haga cosas, para ser meros objetos decorativos o peor aún sus víctimas. La diferencia ahora es que las mujeres han tomado la palabra y tienen mucho que decir.
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