Da igual si objetivamente Donald Trump es o no capaz de dirigir la primera economía del mundo, o si moralmente su conducta social es reprobable. Su discurso inflama las aspiraciones personales de una mayoría que vive enganchada al Twitter presidencial donde se hacen dogmas de 140 caracteres.
La teoría líquida de Bauman, la inteligencia emocional de Daniel Goleman, la alteridad del recientemente fallecido Todorov… Los filósofos modernos y los conceptos abstractos también llegan cíclicamente al gran público en forma de best seller, o de explicación de moda. Herramientas que nos aportan las claves para digerir mejor y entender los acontecimientos que nos rodean.
Este año, con la resaca a cuestas de la victoria de Trump, el resultado del referéndum sobre el Brexit y el auge de partidos de corte populista en media Europa, el concepto de moda es “posverdad”. Catapultada como palabra del año por el diccionario Oxford se ha extendido en las páginas de opinión como un vídeo viral entre quinceañeros.
El concepto es interesante, porque básicamente explica un ecosistema en el que las redes sociales se han convertido en caballo de Troya. La posverdad consiste en que “los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Da igual si objetivamente Donald Trump es o no capaz de dirigir la primera economía del mundo, o si moralmente su conducta social es reprobable. Su discurso cala porque toca la fibra, emociona, asusta, entretiene, sorprende, inflama las aspiraciones personales de una mayoría que vive enganchada al Twitter presidencial donde se hacen dogmas de 140 caracteres.
Alguna publicación ya apunta a que a los medios tradicionales de EEUU no les ha funcionado (por omisión en muchos casos) el filtro que debe ponderar la información, en beneficio del filón mediático. Además Trump ha encontrado en las redes sociales, especialmente en Twitter, la forma de saltarse cualquier control crítico de veracidad, y el vehículo para mantener directamente en contacto su entretenido discurso con sus potenciales votantes.
“Que hablen de uno, aunque hablen bien”, parece haber sido el lema de un presidente que tras ganar contra todo pronóstico la elección de candidato dentro de su propio partido, ha hecho de su cuenta particular de Twitter su herramienta de gobierno. En apenas un mes de mandato el 45º Presidente de EEUU ha pulverizado todos los manuales de comunicación política. Su incorrección, lenguaje directo y medios utilizados le han llevado a la casa Blanca y a valorar en 1.200 millones de euros cada golpe de teclado.
TRUMP HASTA EN LA SOPA
Estaba escuchando como en la radio explicaban con preocupación la escalada verbal entre Corea del Norte y EEUU, cuando de pronto me llegó un Whatsaap:
“¿Has visto la página Trumpdonald.org?”
“No”
“Métete, ya verás que risa”
“Luego lo veo”
Aparto el teléfono dejando esa tarea pendiente, y centro la atención en los diarios que llevan en portada información sobre las malas relaciones entre Australia y EEUU. El día acaba de empezar, y ya tengo una sobredosis de Trump.
Según un estudio de mediaQuant para el New York Times, el valor publicitario del espacio que las televisiones americanas dedicaron a Trump durante su campaña fue de 1.900 millones de dólares, seguido muy de lejos de los 214 de la campaña de Jeb Bush.
Manuel Erice, periodista español residente en Washington acaba de publicar junto con la politóloga Muni Jensen un interesante libro titulado “Trump el triunfo del Showman” donde reflexionan sobre como Trump ha conseguido convertirse en el centro de atención, y las consecuencias que eso está teniendo. Hablar de Trump es rentable. CNN batió en noviembre su record, con un 44% más de audiencia que el año anterior, y gracias a esto pudo aumentar un 40% el precio de su publicidad que alcanzó los 200.000 dólares por spot.
TWITTER EL EJE DE SU ESTRATEGIA
Twitter acaba de donar un millón de dólares a la Unión Americana de Derechos Civiles para que luche contra Donald Trump, quien paradójicamente ha encontrado en la compañía del pájaro azul su más potente herramienta de comunicación.
Según los expertos Trump ha pulverizado los cánones de Comunicación política y ha inaugurado una nueva era donde la viralidad y el lenguaje coloquial (en ocasiones soez) ha desplazado a los medios tradicionales. Apenas ofrece ruedas de prensa, y sin embargo asombra al mundo anunciando sus decisiones a golpe de twitter.
SUSPENSE EN RRSS
Trump ha llevado a Twitter estructuras básicas del espectáculo, lo que explica el éxito de la posverdad. Mantener la atención y la incertidumbre. El último ejemplo de cómo maneja la red social ha sido el nombramiento de Neil Gorsuch como juez del tribunal Supremo. A través de su cuenta no sólo explicó que iba a tomar una decisión en breve, sino que horas antes Trump “cebó” su anunció con dos publicaciones: “Getting ready to deliver a VERY IMPORTANT DECISION! 8:00 P.M.” y “Join me live from the @WhiteHouse. https://www.facebook.com/POTUS/videos/1240366106032827/ …”. En Facebook live se pudo seguir el anuncio, con puesta en escena de concurso televisivo. Tras unas breves palabras y manteniendo la incertidumbre Trump anuncia el nombre de Gorsuch que aparece desde un lateral del escenario con su mujer.
TERREMOTOS FINANCIEROS
Este inusual uso de su cuenta personal ha sido ya cuantificado en lo que a repercusión industrial se refiere. Trump no es ortodoxo ni diplomático, y en su visceral manejo de twitter dice aparentemente lo que piensa de una compañía, provocando su inmediata subida o bajada de cotización.
Ya se han diseñado programas de bolsa que analizan sus comentarios en RRSS, si el comentario es negativo automáticamente toma posiciones bajistas respecto a la compañía afectada.
El 12 de octubre un comentario sobre la compañía Lockheed Martín afeándole el coste de un avión de combate desencadenó una caída inmediata de un 2,5% de su valor el bolsa, su tweet había costado 1.800 millones de dólares.
Días después felicitó a una compañía japonesa por invertir en EEUU a través de sus compañías Softbank y Spring. Por obra de Twitter las acciones de la compañía subieron un 8% lo que supuso 3.000 millones de dólares. Efectos de la posverdad financiera, aunque eso lo dejamos para el próximo artículo.
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